De nadie es desconocido que en la fundación de la Bomba Andes participaron dos inmigrantes italianos destacados: Domingo Bonelli Roscelli y Francisco Crocco Durante. Ambos, llegados hacía pocos años a nuestra ciudad, no dudaron un solo instante en unirse a una institución que, sabían, demandaba sacrificio, esfuerzo y dedicación.
Durante la época de la epidemia del cólera (Dic. 1886- Marzo 1887, con una segunda ola en el verano de 1888), la colonia italiana residente se reunió, bajo la eficaz conducción del vecino Domingo Bonelli Roscelli, propietario del almacén de La Antigua Llapa. Se creó así la Legión Italiana que, en esos aciagos días, ayudó a los enfermos con víveres y ropas. Dicha organización contribuyó a llevar coléricos al lazareto del Hospital con evidente riesgo de contagio, aunque prevaleció su calidad humana y sentido de caridad cristiana. Las instituciones que, como bomberos, la legión italiana y otras, sirvieron a los enfermos en esta flagelo se pusieron a trabajar bajo la bandera de la Cruz Roja.
Al término de la epidemia, en marzo de 1887, J. A. Miniño, director propietario de La República, decía refiriéndose a la premiación -se entregaron diplomas de honor a los participantes- y elogios vertidos hacia quienes había participado en tan sacrificada labor (sin dejar de introducir varias críticas a algunos personeros locales):
“ELOJIOS ”: Muchos elojios hemos visto hacerse al comandante de la Cruz Roja, como también a tres o cuatro miembros”.
“A nuestro juicio no merecen tantos elojios esos señores, a escepción del Sr. Cáceres Martínez, como lo merecen otros señores estranjeros i en especial la colonia italiana”.
“Si bien se trata de premiar a esta corporación con medalla de oro o plata, mucho más justo es, que, se premie a la colonia italiana, con una especial, por cuanto sus servicios han sido también especiales”.
“No por esto, desmerecen algunos miembros de esta corporación igual distinción, i que como hijos de los Andes, han trabajado con verdadero empeño i abnegación”.
“Cábeme el honor de preguntar al señor comandante de la Cruz Roja, ¿qué vez cargó sobre sus brazos a algún colérico?”.