LA MIGRACIÓN ITALIANA A CHILE

En Chile desde los primeros tiempos de la conquista y la colonia hubo presencia de hombres y mujeres provenientes de la península italiana. Recordado es el papel del genovés Juan Bautista Pastene quien recorrió el Pacífico navegando y explorando las costas, nuevas para los europeos, siendo el lugarteniente de Pedro de Valdivia en la conquista de Chile. Dos italianos acompañaron también la travesía de Magallanes de circunnavegar el orbe por vez primera, que terminó Elcano.

En esa época, el imperio español dominaba varios reinos en la península itálica, como las islas de Cerdeña y Sicilia. Éstos, junto a genoveses, venecianos, entre otros reinos con tradiciones navegantes, precedidos por la fama de Colón y Vespucio, fueron reclutados por el Estado español y las empresas de conquista, para cruzar al nuevo continente y explorar sus costas y ríos navegables.

Luego, en el proceso de conquista y evangelización de las tierras sureñas del Reino de Chile, varios religiosos italianos, dominicos, jesuitas, jugaron un rol importante, llegando algunos de ellos a perder su vida en los conflictos bélicos entre europeos e indígenas. El Superior de los Jesuitas en Chiloé, Mascardi, junto con evangelizar aquellas comunidades huilliches, también exploraba las tierras australes, motivo por el cual un lago de la Patagonia argentina lleva su apellido.

Profesionales destacados como Joaquín Toesca, arquitecto romano, colaboraron con el desarrollo urbano y arquitectónico del Reino de Chile y el Virreinato Peruano, de la mano de Ambrosio O’Higgins. Se presume que el mismo Toesca haya delineado la cuadrícula fundacional de la ciudad de Los Andes, así como el diseño de los principales edificios de la nueva villa.

En tiempos de la Independencia, destacó el militar José Rondizzoni, que luego de apoyar a Napoleón y perder con él en Waterloo, emigra a EE.UU. donde conoce y se une a José Miguel Carrera, viajando con él a Buenos Aires en 1816, donde sus planes se ven frustrados por Pueyrredón. Rondizzzoni se une al Ejercito de los Andes, cruzando a Chile en 1817, peleando en varias batallas, incluso en Chiloé. Aunque debe exiliarse en Perú, por haber perdido con Freire ante los conservadores en Lircay, al tiempo vuelve a Chile llegando a ocupar varios cargos civiles y militares, como Intendente, Gobernador, Jefe del Estado Mayor y General de Brigada.

Una vez alcanzada la Independencia, las puertas de las naciones americanas se abren para la llegada de europeos (a mediados del siglo XIX se abrirá para el conjunto de los españoles). Los ciudadanos provenientes de países como Inglaterra, Alemania y Francia, aprovecharan estas facilidades para ampliar sus redes mercantiles hacia los jóvenes países americanos como Chile. Italia, en cambio, a en la primera mitad del siglo XIX aún no existía como Estado nacional, y su territorio se dividía en varios reinos dependientes de otras potencias europeas, quedando en un relativo retraso respecto del impulso industrializando de las potencias del norte. El número de migrantes italianos hacia Chile, en esta época, es casi inexistente. Solo algunos grupos, muchos de ellos religiosos, son los que ingresan al papis, como los franciscanos capuchinos italianos, que en 1837 se volvían a instalar en la Araucanía.

En 1854, según el Censo, los italianos en Chile eran solo 406. Los ingleses eran 1.940, los alemanes eran 1.929 y los franceses eran 1.650. En ese año, de los 19.600 extranjeros registrados, como era de esperarse, la mayoría (10.551) son argentinos.

La gran migración italiana a Chile se va a desencadenar en las décadas siguientes, sobre todo desde 1880 hasta 1930, época en que millones de italianos migran tanto a otros países de Europa, como a América Latina, principalmente a EE.UU., Argentina y Brasil. En los años del Gobierno de Balmaceda, principalmente entre 1888-1890, llegó gran número de migrantes, en el marco de la promoción gubernamental que se realizaba en la propia Europa.

Entre 1883 y 1898, la Agencia General de Colonización de Chile en Europa, había enviado 35.000 emigrantes, de los cuales más de 8 mil (23%) fueron italianos, la segunda nación más importante de esa oleada. Es a fines de 1870 e inicios de la década de 1880 es cuando llega el núcleo que formará la colonia italiana de Los Andes.

Luego de ello, la industrialización y desarrollo económico que despliega el régimen fascista, frena de alguna manera la salida masiva, pero agrega motivos políticos a la migración de grupos de italianos. El fin de la Segunda Guerra Mundial, revive los flujos migratorios a América, aunque en números más bajos que en el periodo anterior (1880-1930). En este período también llegan varios italianos a Los Andes.

El perfil de los italianos que llegaban se caracterizaba por ser compuesto de hombres jóvenes y solteros, en edades laborales activas, que buscaban mejorar sus condiciones de vida. La gran mayoría provenía de pequeños poblados rurales que estaban con sobrepoblación y gran subdivisión de la propiedad, en condiciones socioeconómicas difíciles. Pero venían con un capital cultural importante para el Chile de la época: la gran mayoría de los italianos que llegaban a Chile sabían leer y escribir (en torno al 80%).

La mayor parte de ellos se dirigieron a las grandes ciudades, como Valparaíso y Santiago. Algunos otros a Concepción, Atacama y otras ciudades intermedias. Dejaron sus orígenes rurales, la mayor parte de la zona norte de Italia (la mitad de Liguria), para vivir, en más del 80%, en las ciudades chilenas.

Instalados en Chile, los italianos se volcarán al comercio y los servicios. Otros, desarrollarán varias industrias en diversas escalas, destacando las grandes fábricas de pastas que siguen dominando el mercado nacional.