GABRIELA MISTRAL POR LAS SALAS Y PASILLOS DE LA SEDE DEL CÍRCULO ITALIANO.

El edificio del Círculo Italiano de Los Andes, en Esmeralda 246, fue adquirido e inaugurado por la institución en 1927. Desde esos años, se ha convertido en la casa de los italianos en Los Andes, así como lugar de encuentro social y gastronomía local.
Sin embargo, antes de la adquisición por parte del Círculo Italiano, el edificio -que fue construido hacia fines de la década de 1870- albergó, desde 1912, las dependencias del Liceo de Niñas de Los Andes.
1912 es el año en que se creó el Liceo de Niñas de Los Andes, como parte de la expansión de la oferta educativa secundaria por parte del Estado. Algunos años antes, en 1904, se había creado el Liceo de Los Andes, de hombres, con su primer Rector, Maximiliano Salas Marchan.
El 10 de julio de 1912 se fundaba el Liceo de Niñas, con Fidelia Valdés Pereira como primera directora. Fidelia había sido compañera de labores docentes de Lucila Godoy Alcayaga en el Liceo de La Serena, donde conoció la vocación docente y la estatura intelectual de la maestra. Cuando fue designada directora, no dudó en llamarla para formar parte del primer plantel del Liceo de Niñas de Los Andes.
En ese momento, Lucila Godoy, con veintitrés años, daba clases en Antofagasta. Acudió al llamado de Fidelia, ante la posibilidad de ser parte de ese proyecto fundacional del Liceo. El 14 de agosto de 1912 el Liceo de Niña de Los Andes inicia sus clases, con Gabriela Mistral como profesora de Historia y Geografía y profesora de Castellano.
En ese primer momento, Lucila -recién llegada a la ciudad- vivió en la casa de la Directora, que se encontraba en el interior del Liceo en Esmeralda 246.
Al poco tiempo, Gabriela Mistral llamó a su madre, Petronila Alcayaga, y su hermana, Emelina Molina Alcayaga, quien también llega a realizar clases como preparatoria. Al parecer, en un primer momento, el conjunto de la familia Alcayaga vivió también en las dependencias interiores del Liceo, junto a la Directora. Obviamente, era una situación transitoria que permitió contar con un espacio para habitar.
Emelina buscó un nuevo lugar para la familia, encontrándolo muy cerca en Las Heras 181 (actual sede de la Asociación de Ferroviarios). Ahí vive Lucila, Emelina y la madre de ambas, Petronila. Los recorridos que hacía por la ciudad y su entorno, llevan a Gabriela Mistral a enamorarse de Coquimbito, un pequeño conjunto habitacional en el borde norte de los pies del Cerro de Virgen, entre el río, la vía férrea y el camino internacional. En ese lugar es donde la Premio Nobel vivó por más tiempo en Los Andes.
Lucila Godoy Alcayaga siguió realizando clases en el Liceo, desde 1912 hasta 1918, en las dependencias de Esmeralda 246. En sus pasillos y sus patios, la maestra se hizo reconocida por su cariño y nuevos métodos pedagógicos. Comentando el proyecto de Escuela al Aire Libre de Lemmonier, de Buenos Aires, en una carta de apoyo, Gabriela Mistral le comenta sobre algunas de sus estrategias en el Liceo de Niñas: “Durante siete años de profesorado en Los Andes, hice (clases) siempre al aire libre, bajo un parrón, mis clases de lectura, de recitación, de historia y geografía. Afronté en los comienzos las burlas, sanas algunas de mis colegas, y dejé pasar los chistes de las niñas, que hallaban divertida su nueva situación. Pasando los días, la disciplina fue la misma de la sala de clase… El mapa en relieve, hecho en el suelo, era inolvidable para las alumnas. La clase perdía en gravedad. Lo que para mí es ventaja. Odio todo lo que significa entenebrecer el estudio… El ambiente de confianza, el único en el cual se educa, se establecía con más facilidad”.
En este texto, Gabriela Mistral muestra esa nueva perspectiva de la educación por la cual aspiraba a transformar la vida de los y las estudiantes.
Como hemos visto, la sede que ocupa el Círculo Italiano fue un espacio educativo que albergó el Liceo de Niñas de Los Andes, en su primera etapa (1912-1927), y cobijó como casa habitación a Gabriela Mistral en los primeros meses en la ciudad. En ese edificio desarrolló toda su labor de Profesora e Inspectora General en su estadía en Los Andes, 1912-1918. No obstante haberse remodelado posteriormente, acabando por ejemplo con el patio, el edificio mantuvo su estructura central, lugares en que la Premio Nobel realizó clases, conversó con colegas y vecinos, educó y forma a varias niñas de la ciudad.
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